
Padre,
de madrugada en madrugada
voy arrastrando tu cadáver,
tu grito sedimentado,
tu hora imposible en todos los relojes,
el signo hostil que me dejaste
y que ahora reclama ser devuelto a la ceniza:
tu cuerpo,
todo mordaza y pasos perdidos,
en el que se filtró la noche
para hacerse irremediable.
Adalber Salas (de su libro inédito Extranjero)