jueves, 13 de diciembre de 2012

"Hay mucho de herencia malograda"



Visita de Adalber Salas Hernández al Taller de Poesía UCAB

El pasado lunes 10 de febrero recibimos la visita del joven poeta Adalber Salas Hernández (Caracas, 1987). Egresado de las aulas de nuestro Taller, Adalber cuenta hoy por hoy con tres libros publicados, uno de ellos con una segunda edición más allá de nuestras fronteras. Así, su obra édita podemos encontrarla en La arena, el vidrio: ascenso en tres movimientos (Caracas, Equinoccio, 2008), publicación producto del premio al II Concurso Inter universitario de Poesía; Extranjero (Caracas, Bid&co, 2010 y Bogotá, Común Presencia, 2012); y Suturas (Caracas, Bid&co, 2011). Durante toda una hora el poeta estuvo dialogando con quienes allí estuvimos sobre cómo germinó la palabra poética en su vida, qué pasos fue dando esta hasta convertirse en publicaciones, cuáles han sido sus experiencias en los diferentes talleres de creación poética a los que ha asistido. También hubo oportunidad para indagar en cómo las experiencias se van transformando en poemas y qué valor representa este en el diario vivir.

Entre tanto que se habló, entre las palabras cazadas al vuelo, esta perla: "hay mucho de herencia malograda", al referirse a gran parte de la poesía que se escribe sin conciencia de lo que se hace. De allí resaltó la importancia de ciertos talleres en los que el participante "aprende" a controlar esa energía que no es solo de los poetas y que finaliza en palabra escrita. Muchos escriben, en definitiva, pero pocos lo hacen con la conciencia del oficio.

De Extranjero, nos queda este poema flotando en la memoria...

Padre,
de madrugada en madrugada
voy arrastrando tu cadáver,

tu grito sedimentado,
tu hora imposible en todos los relojes,

el signo hostil que me dejaste
y que ahora reclama ser devuelto a lña ceniza:

tu cuerpo,
todo mordaza y pasos perdidos,

en el que se filtró la noche
para hacerse irremediable.


domingo, 2 de diciembre de 2012

EN MEMORIA DE W. B. YEATS (muerto en enero de 1938)



EN MEMORIA DE W. B. YEATS (muerto en enero de 1938)




Desapareció en lo más crudo del invierno;
helados los arroyos, casi vacíos los aeropuertos;
desfiguraba la nieve las estatuas públicas;
se hundió el mercurio en las fauces del moribundo día.
Los pocos instrumentos que tenemos confirman
que el día de su muerte fue muy oscuro y frío.

Lejos de su enfermedad
rondaban los lobos el bosque siempre verde; 
el campesino río no se tentaba con muelles elegantes;
las lenguas enlutadas
ocultaron al verso la muerte del poeta.

Para él fue la última tarde como él mismo,
una tarde de enfermeras y rumores;
se rebelaron las provincias de su cuerpo,
se vaciaron las plazas de su mente,
el silencio invadió los suburbios,
falló la corriente de sus sensaciones
y se fundió el poeta en sus admiradores.

Ahora está desparramado en cien ciudades, 
dado por entero a desconocidos afectos;
deberá ser feliz en un bosque distinto
y ser castigado por un código ajeno de conciencia.
Las palabras de un muerto
se modifican en las entrañas de los vivos.

Pero en la importancia del ruido del mañana 
cuando los agentes rujan como bestias en la Bolsa
y los pobres sigan con su sufrimiento acostumbrado, 
y cada cual en su prisión casi se convenza de que es libre, 
unos pocos millares pensarán en este día
como se piensa en un día en que se hizo algo apenas desusado.

Los pocos instrumentos que tenemos confirman 
que el día de su muerte fue muy oscuro y frío.


2

Fuiste, como nosotros, un tonto; tu talento supo sobreponerse a todo:
la parroquia de mujeres ricas, el deterioro físico,
a ti mismo. La loca Irlanda te hirió, y tú hiciste poesía de tu herida.
Ahora Irlanda sigue con su misma locura y con su mismo clima,
porque la poesía no hace que sucedan cosas; sobrevive 
en el valle que ella misma se crea, donde los ejecutivos 
no se aventurarían; sigue fluyendo al sur 
desde chozas de soledad y atareados dolores, 
por las toscas ciudades en que nacemos y morimos; sobrevive 
como forma de acontecer, como una boca.

3

Tierra, recibe a un huésped honorable: 
bajan a William Yeats a su descanso eterno. 
Que la urna irlandesa quede vacía de poesía.

El tiempo que es intolerante
con el audaz y el inocente,
y en solo una semana indiferente
ante un hermoso físico,

adora los idiomas y perdona
a quienes les dan vida;
perdona vanidades, cobardías,
y pone sus honores a sus pies.

El tiempo que con esta extraña excusa
perdonó a Kipling sus ideas,
y habrá de perdonar a Paul Claudel,
perdona a los que escriben bien.

En la pesadilla de la oscuridad 
ladran los perros de Europa, 
y esperan las naciones vivas, 
cada cual secuestrada en su rencor;

la desgracia intelectual
clava los ojos desde el humano rostro,
y en la mirada yacen congelados 
los mares de la lástima.

Sigue tu senda, poeta,
hasta el fondo de la noche;
con tu voz inconstreñible
convéncenos de la necesidad del regocijo;

con el cultivo de un verso
convierte la maldición en un huerto; 
cántale al fracaso humano 
en un rapto de aflicción;

en el corazón desierto
deja que surja la curativa fuente.
En la prisión de sus días
enséñale a alabar al hombre libre.

W.H.Auden( Inglaterra/E.E.U.U.; York, Reino Unido, 1907-Viena, 1973) 

(De las traducciones de Rolando Costa Picazo y J.R.Wilcock)

La fuente curativa




La fuente curativa
(por Seamus Heaney)


¿Para qué sirve la poesía? Desde la apología que de ella hiciera Sir Philip Sidney y la defensa de Shelley, han surgido muchas otras respuestas. Una de las más convincentes es la de W. H. Auden en su poema titulado "En memoria de W. B. Yeats", escrito entre la muerte de Yeats, en enero de 1939, y la invasión de Polonia perpetrada por Alemania más adelante ese mismo año, que condujo al estallido de la Segunda Guerra Mundial. Sus versos finales son una suerte de plegaria a la sombra del poeta muerto, pidiéndole que asegure la continuidad de la poesía en sí misma y que garantice su constante virtud de transformación: "Que al corazón y a todos sus desiertos/ La fuente curativa pueda abrazar. / Y que en la celda misma de sus tiempos / Al hombre libre se le enseñe a alabar."

Sería difícil no leer estos versos como algo más que una elegía. No es solamente una mirada retrospectiva lo que los hace resonar como un guante arrojado al rostro de la historia: se trata de la voz del espíritu acorralado y oponiendo resistencia. Antes incluso de que el siglo veinte alcanzara la mitad de su recorrido, había suficientes acontecimientos para que los poetas y la poesía se sintieran abrumados, desde las guerras de trinchera hasta el ascenso del nazismo, y aun así las estrofas de Auden suenan intrépidas. Existe un impulso definido, carente de disculpas en los versos, enfáticamente rimado y confiadamente métrico, lo cual significa que el poema fluye con una fuerza indomable, mitad grito de guerra, mitad lamento.

Un grito de guerra que celebra a la poesía porque se halla del lado de la vida, de la continuidad del esfuerzo y de la amplitud del espíritu. Ciertamente, el efecto de la conclusión de Auden resulta tan poderoso que lo hace contradecir algo que él mismo dice un poco antes en el poema, en un verso que es, tal vez, el más citado y con mayor frecuencia malentendido: "Pues la poesía no hace que ocurra nada." 


Esto también encarna una especie de desafío, pero del tipo que constantemente se malentiende. La aseveración, en un principio, parece reconocer que la poesía de alguna manera se queda corta, falla en cuanto a su función: claro que eso sólo resultaría cabal si la función de la poesía fuera, ciertamente, hacer que ocurriera algo además de su propia existencia. Auden, de hecho, no reconoce ninguna de estas dos cosas; su verso surge en un pasaje donde no hay la menor sugerencia de que la poesía, tomada simplemente como lo que es, sea nada menos que una necesidad de vida.


La paradoja radica, pues, en que justo cuando Auden componía su famoso verso, había poetas que agitaban el sistema en otras regiones de regímenes totalitarios del mundo, y no por medio de escritos propagandísticos, sino al no abandonar las fascinantes y concentradas disciplinas de la escritura lírica.

Fueron, por ejemplo, los poetas rusos que ponían manos a la obra en lo que Auden llamaba "los ranchos del aislamiento y las penas trabajadoras", quienes se hallaban entre los causantes de la más profunda ansiedad política detrás de los muros del Kremlin.
La década de los años treinta sufrió la más oscura represión stalinista en la Unión Soviética, periodo en el cual poetas y escritores se veían silenciados no sólo por el censor, sino también por el verdugo. En 1937, pongamos por caso, la poesía de Osip Mandelstam tenía ya muchos años de no publicarse: él vivía desterrado, lejos de Moscú, temiendo por su vida y al mismo tiempo viviendo para que su poesía sobreviviera y permaneciera para siempre como lo que Auden llamaba "una boca".
 
A principios de esa década, había vuelto a escribir una especie de poesía lírica que, cual desafío, estaba a tono con las leyes de su propia naturaleza artística, y esto quería decir que se hallaba fatalmente fuera de tono respecto de las leyes artísticas de la tierra en la Unión Soviética.

Dado que entendía los derechos y las libertades de la poesía lírica como equivalentes de los derechos y las libertades fundamentales del ser humano negados por el Estado, la vocación de Mandelstam como poeta se volvió la expresión de un humanismo profundamente comprometido y de profunda oposición. Era como si hubiera prestado juramento para encarnar una suerte de Antígona de la imaginación, para obedecer las leyes de su musa más que las leyes de sus maestros. Para él, "la inmutabilidad del habla articulada" era de una importancia estremecedora. En un poema llega incluso a declarar que un poeta fulminado por un verso es como la tierra fulminada por un meteoro; a partir de esa imagen se pueden proyectar tanto la planta como el alzado de su poética y de su filosofía.

Según el pensamiento de Mandelstam, no se podía fijar un sitio para la doctrina de la necesidad histórica, que a fin de cuentas quedaba reducida a la línea ideológica de partido que los poetas debían promover y a la que se debían suscribir. En cuanto a lo que a él concierne, el logro creativo en el arte y en la vida implica el pasar por alto la necesidad, la diestra evasión de la siguiente movida obvia, la terminante añadidura de lo impredecible. El asunto llega como una aparición y aun así no se puede considerar fuera de lugar: he aquí lo que hace de los grandes poemas algo indispensable e imposible de contradecir, lo que los hace sucesos en y acerca de sí mismos.

Se puede responder a la pregunta de qué es lo que la poesía de Mandelstam hace ocurrir diciendo que abre una brecha rumbo a la creación de otros poemas, y al decir poemas me refiero no sólo a obras hechas de palabras y después impresas en libros; también me refiero a la palabra en ese su sentido más amplio, definido por el poeta Les Murray. Para él, "poema" puede significar un gran sistema de creencias o una ética de la conducta. Y el siglo veinte nos presenta con toda claridad un periodo durante el cual la cuestión toda de la relación de la poesía con los valores humanos se conformó a un costo extremo en las vidas de los poetas mismos, un periodo en el cual el equivalente secular de la santidad se alcanzaba, con frecuencia, gracias a la devoción por la vocación, y en el cual se ha dado hasta un cierto martirologio de los escritores.
Basta pensar en nombres como los de Marina Tsvietáieva, Samuel Beckett y Paul Celan para recordar con qué rigor, a qué costo y en medio de qué soledad tan singular hollaron el camino del arte y lo siguieron hasta sus últimas consecuencias.

En el compromiso de esta voluntad –podríamos decir, citando equivocadamente a Dante– iba implícito su tormento. Su sendero era una vía ascética, no tanto en un bosque oscuro como en una vía negativa lingüística, y fue a instancias de una vocación artística que cambiaron sus vidas y las vivieron, en bien del lenguaje, llevando al lenguaje más allá.

Sin embargo, el camino ascético no fue el único elegido por la poesía en este siglo. La extraordinaria fecundidad y fuerza hipnótica de poetas como Vladimir Mayakovsky, Federico Gar-cía Lorca y Dylan Thomas debe, a su vez, tomarse como una respuesta noble a los tiempos que les tocó vivir. Sus muertes prematuras acaso los volvieron héroes culturales y los revistieron del glamour de los estereotipos románticos; pero vaya si se yerguen como recordatorios de las fuerzas del daimon del arte, su alianza con la voz cantante de Orfeo, el mero poder hechizante de su discurso rítmico. Dylan Thomas penetró el oído de los hablantes de lengua inglesa a mediados de siglo con una confianza apocalíptica; lástima que luego, en los años cuarenta y cincuenta, la luz de la fe en la vida misma comenzara a desvanecerse.

Después del holocausto, una nueva oscuridad se proyectó sobre el siglo. Se instaló en la conciencia como una segunda caída, que no era parte de algún mito de creación y redención, sino en verdad parte del registro histórico, lo inimaginable al fondo de cualquier espejo en el cual los seres humanos acaso optaran por mirar su reflejo. Aparece, por ejemplo, como telón de fondo pesadillesco en poemas de Sylvia Plath que poseen calidad de parteaguas, como "Papacito" y "Doña Lázara", publicados en su poemario Ariel , de 1965. Éstos y otros poemas de Plath sí lograron que algo ocurriera de cierta manera muy política: el resurgimiento y desafío de su obra, la combinación de logro artístico y liberación personal que implicaban, todo eso comenzó muy rápidamente a conducir la corriente de lo que en un principio se llamó liberación de la mujer, después feminismo y, por último, política de género.

La obra de Plath, dicho de otro modo, tuvo un efecto definitivamente cinético. "Cinético" es el vocablo empleado por el Stephen Daedalus de Joyce, con objeto de describir el arte que provoca un efecto de saldo o remanente sobre la vida. Arte que puede apropiarse, digamos, con propósitos políticos o como estímulo para propósitos eróticos. Y tal efecto de apropiación de la poesía en la vida es, por supuesto, un fenómeno bastante común.

Si uno se pregunta hasta qué punto la visión compasiva de un Neruda o un Brecht ayudó a los pobres y a los reprimidos, o a qué grado Hugh MacDiarmid contribuyó a la evolución de una nueva conciencia nacional en Escocia, no hallará una respuesta exacta; pero hay, en cambio, una certidumbre en que algo real y positivo sí ocurrió. De igual modo, no cabe duda de que la obra de poetas-soldados durante la Primera Guerra Mundial afectó sus actitudes respecto de la masacre masiva y la lealtad a las mitologías nacionales; de que los poetas de Europa Oriental que se negaron a plegarse a las ideologías comunistas mantuvieron vivo el espíritu de la resistencia que triunfó en 1989; de que Allen Ginsberg y los poetas de la generación beat en general cambiaron el clima de la cultura norteamericana, contribuyeron al movimiento en contra de la guerra de Vietnam y aceleraron la revolución sexual; de que las poetas de surgimiento posterior al de los logros de Plath llenaron de género su propuesta y afectaron el clima social y político; de que los poetas pertenecientes a minorías étnicas han tenido éxito al incorporar sus poemas a una obra más amplia de solidaridad y otorgamiento de poderes; y así sucesivamente.

La obra de todos estos poetas, en el sentido más obvio de la expresión, sí hizo que algo positivo ocurriera. No obstante, doy por hecho que ninguna poesía digna de llamarse tal es indiferente al mundo por el cual y al cual responde. La función de respuesta, tal como lo ha señalado el poeta estadunidense Robert Pinsky, es precisamente lo que hace a la poesía responsable en el sentido más profundo: capaz y dispuesta a ofrecer una respuesta, pero una respuesta en sus propios términos. Y son esos términos los que con frecuencia fuerzan al poeta a recluirse en aquellos "ranchos del aislamiento y penas trabajadoras" a que aludía Auden.

Comencé con una elegía para un poeta porque justamente con motivo de la muerte de un poeta experimentamos con mayor fuerza la necesidad de la poesía, y la gratitud más grande para con él por haber hecho cosas, como decía Rilke, "capaces de eternidad". Cuando muere un poeta, siempre surge una contradicción entre nuestra gratitud por lo que ha ganado el arte y nuestros sentimientos de pérdida personal, y esta ambivalencia queda poderosamente expresada en un par de versos de Tadg Dall O h-Uiginn, poeta irlandés del siglo XV, escritos en memoria de su hermano, que era poeta a su vez. Ante el hijo de su madre muerto, en palabras de O h-Uiginn, "La poesía se ha acobardado/ Una duela de barril se ha aplastado/ Y el muro del aprendizaje se ha derribado".

A pesar de la intensidad de la pena que se expresa, las imágenes también ofrecen un magnífico panorama de la reciedumbre inmemorial de la poesía, como la obra de contención de la madera y la piedra. Y precisamente por eso cité los versos de O h-Uiginn a principios de noviembre del año pasado, en el entierro de Ted Hughes. Con la muerte de este gran poeta inglés de la segunda mitad de nuestro siglo se esclareció por completo que, a solas, él había hecho un recordatorio de Inglaterra, por así decirlo, que había hecho recordar a buena parte del país y de la cultura mucho de lo que acarrean su tierra y su lengua. En cierto sentido, él volvió a enarcar el barril colocándole una nueva duela. Este poeta moderno de Yorkshire, que en los años sesenta publicó un poema titulado "El Toro Moisés", habría hecho muy buenas migas con Caedmon, el primer poeta inglés, que comenzó a vivir como trabajador de una granja en Nortumbria, un coterráneo norteño con el arpa bajo un brazo y el bulto de forraje bajo el otro.

Al término de un siglo que ha visto las nubes de hongo sobre Japón y el humo de las cámaras de gases sobre Europa, las regiones de sequía y los casquetes polares derritiéndose, la lluvia ácida y la erosionada capa de ozono, Hughes logró reconocer todas las verdades destructivas y, aun así, seguir cantando como Caedmon acerca de la gloria de la creación. En su elegía a su amigo y suegro, el granjero Jack Orchard, Ted escribió versos que ahora expresan nuestro propio sentimiento de pérdida:
 
 
The trustful catle, with frost on their backs
Waiting for hay, waiting for warmth,
Stand in a new emptiness.
From now on, the land
Will have to manage without him.
[El confiable ganado, con escarcha en el lomo,
Espera la pastura, espera el calor,
Parado en un nuevo vacío.
De ahora en adelante, la tierra
Tendrá que vérselas sin él.]
 
En este contexto, viene a la mente la frase de Auden, "el cultivo de un verso", como la vieja relación, presente en la palabra "cultivar", entre el cultivo y la cultura, relación que originalmente deriva del verbo latino colere. Así que esto también me recuerda algo que una vez dijo el poeta Joseph Brodsky en mi presencia, algo muy audenesco en cuanto a su simple claridad y convicción. Los seres humanos, dijo, se han puesto sobre la tierra para crear la civilización.

Y si aceptamos esa definición de nuestra raison d´etre humana, entonces tendremos que admitir que en un siglo en el cual la inhumanidad nunca se ha hallado fuera del alcance, los poetas han sido fieles a tal propósito y han probado, ciertamente, constituir su centro.

Traducción de Pura López Colomé

Seamus Heaney, " La fuente curativa", Fractal n°12, enero-abril, 1999, año 3, volumen IV, pp. 11-18.

sábado, 24 de noviembre de 2012

"Cavar"... un poema de Seamus Heaney



CAVAR

Entre el índice y el pulgar
descansa la pluma gruesa, grata como un revólver.

Bajo mi ventana, el claro raspar
de la pala que se hunde en tierra arenisca:
mi padre, que cava. Observo desde arriba
el esfuerzo de su trasero entre las plantas;
se dobla, y se yergue veinte años antes,
agachándose rítmicamente entre hileras de patatas
donde cavaba.

La bota gruesa descansaba en la pala, era palanca
el mango apoyado con firmeza en la rodilla.
Arrancaba brotes fuertes, hincaba la hoja brillante,
esparcía patatas nuevas que nosotros recogíamos,
gozando de su dureza fría en nuestras manos.

¡Señor, cómo manejaba la pala el viejo!
Igual que su padre.

Mi abuelo cortaba más turba en un día
que nadie en la turbera de Toner.
Una vez le llevé leche en una botella
con un torpe tapón de papel. Se enderezó
para beberla, y volvió enseguida a la tarea
de cortar y cercenar con primor, arrojando terrones
por encima del hombro, ahondando más y mejor
a la busca de la turba blanca. Cavando.

Se despierta en mí el olor frío a mantillo,
el chapoteo de carbón empapado, los bruscos cortes
de la hoja que atraviesa raíces vivas.
Pero yo no tengo una pala con la que seguir
a hombres como ellos.

Entre el índice y el pulgar
descansa la gruesa pluma:
cavaré con ella.



Poema: Seamus Heaney
Traducción: Brian Hughes y Esteban Pujals Gesalí.

martes, 5 de junio de 2012

Cuentas tu oficio



Cuentas tu oficio
y escucho

cómo te hablo de lo áspero
me recuerdas perfecta
lo insinúas todo
la vida                     la historia

cuando ya no te tenga

guerrero enséñame
nos queda tiempo

Poema de Yubi Cisneros
Del libro Penumbras

Dos poemas




Las palabras más ensordecedoras a mis oidos
son las no dichas
vacíos acentuados de tus miradas
en una página en blanco

Olas de luz me atraviesan
solemnes y ruidosas
indagando pensamientos agotadores.

* * *

Mato esa intención primigenia
la evoco con palabras
muere en formas

Deja de ser el ánimo  metamorfosis
el ánima es ahora
la subordinada

Poemas: Yossmar Nathaly García

miércoles, 30 de mayo de 2012

Contra los poetas




A los veinte años ya acumulan experiencias importantes: han publicado poemas en revistas y antologías, han participado en talleres, han escrito artículos para anuarios escolares y quizá han concedido una o dos precoces entrevistas. Ya tienen listos sus primeros libros, que están a punto de aparecer en editoriales emergentes. Son libros muy malos, pero por ahora eso no importa. Sus poemas son largos y sentenciosos, abusan de los gerundios, de los signos de exclamación y de los puntos suspensivos. Leen a Vicente Huidobro, a Delmira Agustini y a Oliverio Girondo, pero sobre todo se leen los unos a los otros, en interminables sesiones sólo a veces amistosas.

A los veinticinco años ya han renegado de esos primeros poemas, que consideran lejanos pecados de juventud. Esperan encontrar pronto la madurez como poetas, que a ellos les importa mucho más que la madurez como personas. El segundo libro cumple con creces el objetivo: no es bueno, pero indudablemente es mejor que el primero. Dicen estar todavía buscando una voz propia y mientras tanto planean antologías que incluyen a todo el grupo, pero nadie quiere escribir el prólogo, pues nadie desea correr el riesgo de convertirse en crítico literario.

A los treinta años ya han sufrido varios desengaños. Han sido incluidos en antologías nacionales y latinoamericanas, pero han sido excluidos de otras tantas publicaciones y les cuesta muchísimo aceptarlo. Por momentos escriben solamente para demostrar cuán arbitrarias han sido esas exclusiones. Han publicado, a esta altura, tres libros de poesía. Han fundado dos editoriales y cuatro revistas literarias. En sus reseñas biográficas se afirma que han participado en más de trece –en catorce– encuentros de poetas y que sus libros han sido parcialmente traducidos al italiano. En realidad les han traducido solamente un poema, pero da lo mismo: los han traducido, eso ya es mérito suficiente.

Recién a los treinta y cinco años comienzan a incomodarse cuando los presentan como poetas jóvenes. Ahora dictan talleres en los que aconsejan a sus alumnos que eviten los gerundios, que cuiden los adjetivos, que declaren la guerra a los puntos suspensivos y a los signos de exclamación. Les inculcan la suprema libertad creadora, pero les prohíben una lista bastante larga de palabras: vacío, angustia, desolación, desesperación, crepúsculo, ocaso, alma, espíritu, corazón, vagina. Les hablan de melopoeia, de fanopoeia y de logopoeia, pero se enredan un poco en la explicación. Se enamoran de poetas de dieciséis años y las comparan con Alejandra Pizarnik, pero nunca han visto una foto de Alejandra Pizarnik.

A los cuarenta años a nadie se le ocurre presentarlos como poetas jóvenes, pues sus caras y sus barrigas han cambiado de forma tal vez irreversible. Los poetas experimentan con mayor sufrimiento que el común de la gente la llamada crisis de los cuarenta. No decidieron ser poetas para tener cuarenta años. De ahora en adelante todo será decadencia. Se han vuelto inofensivos. Es más fácil incluirlos, pedirles prólogos, invitarlos a los recitales y aplaudirlos sin énfasis, respetuosamente. Son, en otras palabras, verdaderos fracasados.

Para que el fracaso se cumpla es necesario que reciban, de vez en cuando, señales equívocas. A los cincuenta, a los sesenta, a los setenta años los poetas ganarán dos o tres premios menores; tímidos estudiantes de pregrado y quizás alguna bella doctora norteamericana analizarán sus libros, que tal vez serán traducidos al francés, al alemán, al griego o al menos al argentino. Por lo demás, siempre habrá alguna editorial emergente interesada en rescatarlos del olvido.

Da lástima verlos junto al teléfono, esperando la noticia de un premio, de una pensión del gobierno, de un homenaje, de un viajecito al sur, lo que sea. Parecen niños asustados, y en el fondo eso son: niños asustados, adolescentes ya muy viejos para suicidarse. A veces algún reportero compasivo les pregunta para qué sirve la poesía en este mundo deshumanizado y consumista. Ellos suspiran y responden lo que han respondido siempre: que sólo la poesía salvará al mundo, que hay que buscar, en medio de la confusión, palabras verdaderas y aferrarse a ellas. Lo dicen sin fe, rutinariamente, pero tienen toda la razón.

Por Alejandro Zambra
Publicado en Etiqueta Negra, número 65.

lunes, 28 de mayo de 2012

Fin de curso


Foto oficial del fin de curso 2011-2012, del Taller de Poesía UCAB. De izquierda a derecha: Yubi Cisneros (excelente anfitriona esa tarde), Víctor Apóstol (llamado por alguno el Rimbaud tropical), Miguel Chilida (quien conjura las enfermedades en el poema y enferma a otros), Gabriel Arciniegas (quien logró vencer la emoción y controló la palabra después de arduas y penosas batallas), Yossmar Nathaly García (autora de espasmódicos poemas). Al centro: el responsable de este "desastre". Fue un buen año...

Poética de la sombra





De noche la ciudad
es una imagen lograda.
Las rutas y semáforos
son una expansión
de los sentidos,
que giran sus luces
alrededor del poema.


Poema de Miguel Chillida



Dormiría entre las cruces...



Dormiría entre las cruces, muy disciplinadamente,
bajo la harina rosa de la anunciación
y la sangre del descendimiento.
Así, levantado: plegado a la medida
del tronco. Como una gruesa curva
que da la raya en su cabello
pero en el lado   la única abertura
con termas suficientes para llenar una boca.
Y para alimentar a todas.
   Con las heridas importantes
   Reina.


Poema de Víctor Apóstol
Óleo de Orlando Arias Morales

Agonía



esta postración tuya
consunción
entre capas espesas
corazón atenazado entre púas
bañas el horizonte de tinieblas

escudo abollado
en grietas de martirio
lanza resplandeciente
arrumada en el rincón
esperas el brazo fuerte que te empuñe
mas, no es

renuente
su peso es el peso del mundo
abarca en sí la gravitante fragilidad
de lo pensado
lo indecible
la espina desnuda que sangra
lo rezumante del áspero verbo

desdecirse
es el agravio que se olvida
es vacilar
ante las quemaduras
humectar el esparto del alma
dislocar el dolor donde más duele
es el decidirse a vivir
del ofensor transmutado en oferente

Poema de Gabriel Arciniegas
Óleo sobre madera de Rosa Jiménez (Detalle)

domingo, 22 de abril de 2012

Gramática de la muerte


En estas pasadas vacaciones de Semana Santa, la providencia quiso que pudiera reencontrarme (más allá del terreno de lo virtual) con Miguel Ángel Alonso, lejano amigo, participante del primer Taller de Poesía (1990-1991) que dictase en la UCAB. Grata y larga conversación acompañada de los varios libros que, en materia de poesía, ha publicado en Tenerife, España, lugar donde tiene su residencia. Su trabajo poético da cuenta de un, cada vez más, dominio firme de la palabra, la imagen y la tradición lírica venezolana. Acá, un poema de su libro Palabras en los ojos (2011), accésit del Premio de Poesía Tomás Morales, en su edición del 2010.

GRAMÁTICA DE LA MUERTE

Mi cuerpo vendrá a ser
simple sedimento: una palabra
con otro significado,
descolorida y fértil
en cada una de sus partes,
anclada sombra
musitando entre lombrices.

Tu cuerpo vendrá a ser
una endeble desinencia
del hedor y la armonía;
un hito cobijado por larvas
diacríticas, por heces.

Su cuerpo ya es, será
una tediosa concordancia
con la tierra pútrida
cuyas entrañas deletrearemos
con los mismos
huesos, con las uñas mismas
girando como
un rompo tras el tiempo.

Nuestro cuerpo vendrá a ser
la oración subordinada
del fango y del celaje, siempre,
o la mayoría de las veces
orín nominativo, vocal oscura.

Vuestro cuerpo tan solo
una humilde tiza para escribir
con el en el abismo,

un avecilla clausurada desde
ninguna providencia;

repulsivo cascote de lo eterno
(o de lo etéreo, mejor dicho),
eso vendrá a ser.

Sus cuerpos, los de ellos, ya
son, serán emboscados linotipos
que la muerte toca
con dedos o lengua de papel.

Poema de Miguel Ángel Alonso

viernes, 20 de abril de 2012

Eleonora Requena, de nuevo



Una nueva visita de Eleonora Requena a nuestro Taller de Poesía, el pasado lunes 16 de abril d 2012. Grata sesión, pero plena de la tensión que genera la palabra poética. Nos ofreció un recorrido por la génesis de sus diversas publicaciones: Sed (1998), Mandados (2000), Es de día (2004), La noche y sus agüeros (2007), Ética del aire (2008), así como por los caminos que desanda actualmente. De este último trecho, el siguiente poema:


Incendio mi prisión. Tiro mis vestidos al fuego. Arrojo al reloj que fue mi corazón fuera de mi pecho. Salgo a la calle, vestida con mi propia sangre.
Heiner Müller. Máquina Hamlet



-En otro lugar abro la senda, ahora desliza entre los juncos nada

-Voluntad, me contrarías
debí vivir por siempre para al fin disolverme


- Suéltenme, deténganme, al barro debo ir, al fondo

 -Quise desaparecer pero el silencio trama en leves ondas

-Ellos con sus sierpes, con sus culpas, con su miedo
todo ha de saberse y de fingirse
soy laida, la presencia infame


-Al cabo de otro tiempo
ineluctablemente 

¿germinaré?

-Incorruptibles voces orlan un festín de ratas
Ya murió, ya murió, ¿Ha qué más dolor?


-No soy ella, la silente y torva, la sin voz

-Soy mi propio gesto anegado, la fantasmagoría de un encanto 
la niña, la puta, la suicida, la alocada 


carne fresca para los perros

Eleonora Requena
Poema sin título tomado de su blog Nocturna, mas no funesta

domingo, 8 de abril de 2012

Nuevo libro


Poesía y suicidio. Venezuela, siglo XX


Tengo el agrado de presentar mi reciente libro tituladoPoesía y suicidio. Venezuela, siglo XX, publicado por EAE Lambert Académica Publishing, Saarbrücken, Alemania. Ya se encuentra disponible en su versión en papel en diversas librerías europeas y de países de América como Argentina y Colombia. Una cómoda posibilidad para el continente americano es la propia editorial (www.eae-publishing.com/),www.morebooks.de/ y amazon.com y sus subsidiarias en España, Reino Unido y Francia. Este libro, resultado de una investigación de más de veinte años, constituye  mi aporte a un tema hasta ahora inédito en los estudios literarios venezolanos. El trabajo está organizado en cuatro capítulos: el primero, que sirve de antesala, indaga acerca de las relaciones entre la palabra y el acto del suicidio y pasa revista a una serie de artistas y poetas que decidieron poner fin a sus días de esta manera; luego se hace una indagación breve en aspectos biográficos y literarios de poetas venezolanos del siglo XX, desde Elías David Curiel hasta Miyó Vestrini, siguiendo un orden cronológico basado en la fecha de deceso de cada autor. El segundo capítulo, una vez vistos los casos que anteceden al de Martha Kornblith, indaga primero en la biografía de la poeta, en busca de datos que permitan atisbar conexiones con su obra, y luego revisa lo que la crítica ha visto en ella. Seguidamente se aborda el estudio de la poesía publicada de Kornblith, desde una perspectiva propia, fundada en los signos recurrentes en su obra. La base del análisis se halla en la experiencia que hemos acumulado con la semiología. Finalmente, unas conclusiones ofrecidas en una suerte de capítulo abierto, que intenta desentrañar las relaciones existentes entre la vida de la autora y la voz hablante en sus textos.

Espero lo disfruten y podamos comentarlo.

Miguel Marcotrigiano

viernes, 17 de febrero de 2012

Dictamen


Arquéame los labios para beber del costado. Ordeno, ruego, me niego. Por lo degustado me jalas y me abandono en el rito. Un día tendré en las encías tu aurífero germen. ¿Me darás de nuevo tu descanso? Una profunda respiración engavetada. Un corazón embebido.

Víctor Apóstol

De vuelta al fuego


De vuelta al fuego

a la cama del hospital
a todo el tiempo perdido.
El pabellón está ante mí otra vez,
observo sus pasillos.

Los reptiles se aferran a la cama,
soy uno de ellos.

En la línea del frente
repto con patas ovíparas
por el suelo del hospital,
donde las enfermeras miran
con ojos predadores.

-William, claro que hay flores en el infierno,
¿pero qué clase de flores?

Abro lentamente la puerta:
adentro una habitación
amenaza con calcinarse.

Miguel Chillida

miércoles, 25 de enero de 2012

DE LA PROVINCIA AL INFINITO



DE LA PROVINCIA AL INFINITO

ACERCA DE LA POESÍA DE CARLOS ILDEMAR PÉREZ


En Maracaibo, esa ciudad surreal (por lo menos así reposa en mi memoria, pues los primeros 7 años de mi vida los viví en su canícula), unos jóvenes poetas, llamados Alberto Áñez Medina, Blas Perozo Naveda,Douglas Gutiérrez Ludovic, Enrique León, y otros más jóvenes (para entonces) forjaron una palabra poética marcada a sol y fuego por un regionalismo exacerbado, matizado a la vez por un humor oscilante entre la risa franca y la “arrechera”, en medio de referencias a la tradición, a los lugares y a la gente de Maracaibo. También constituyó novedad en los poemas que circularon en ese entonces la búsqueda de la identidad en las letras y en los ritmos de la música popular como el boero y la salsa, por ejemplo. Quizás lo más relevante en dicha poesía era que la expresión se daba bajo el ropaje de los giros dialectales propios del hablar marabino.

Recordamos entonces versos como estos:

Yo escribo este poema de amor

para vos

para vos

así como un chiste

sin temor a caer en la cursilería o lo chabacano

No me importa

porque este mal poema de amor

vuela por encima de nuestra derrota.


Blas Perozo Naveda

(Date por muerto que sois hombre perdido, 1974)


O estos otros:


Inaudito padre, las letras, que para

que para qué servía eso que no da cobres, tu resignación

a mi vocación profesional, algú día no joda algún

día se van a acordar de mí…


Douglas Gutiérrez Ludovic

(El jol de la fama o el orgullo de la familia,1974)


Corrían entonces los injustamente olvidados y preteridos años setenta. Rica imaginería que se funda en símbolos ancestrales como los vetustos Dodge Darts y la Música Disco, empeñada, ella solita, en sobrevivir al rock melodioso que se imponía al estridente.


El recuerdo de estas cosas pertenecientes a la historia familiar, ancladas para siempre en una memoria por la que pocos darían unos cobres, viene a cuento a raíz del Premio de Poesía de la Bienal de Literatura Miguel Ramón Utrera, que otorgara la Secretaría de Cultura de la Gobernación del estado Aragua, el 2 de septiembre de 2011. El Veredicto, firmado por los poetas Luis Alberto Crespo, Pedro Ruiz e Ingrid Chicot, acusa la unanimidad y los “relevantes hallazgos formales de la lengua regional”, así como “su fidelidad temática” del libro Provinciano Cósmico, cuyo autor, el Poeta Carlos Ildemar Pérez Hernández, proveniente de la cosmopolita (mas no por ello carente de provincianismo) ciudad de Maracaibo.


A este Poeta laureado lo conocí en la otra orilla, en la antigua Salamanca castellana, pues él se encontraba allí en calidad de profesor invitado para dictar la Cátedra Ramos Sucre, con la que su prestigiosa Universidad honra las letras de esta nunca bien ponderada Tierra de Gracia. Dictaba un curso diseñado por él mismo sobre Poetología venezolana al cual me acerqué, sólo a algunas de las sesiones, pero que seguí buenamente en los bares de vino y tapas salmantinos, donde ocurrían las residuas del programa. Venir a conocer al profesor, al poeta y al amigo tan lejos de tierras venezolanas, signaría por siempre una relación fundada –como corresponde- en la palabra.

Su trayectoria profesional no es breve y bástenos señalar que es un concienzudo investigador, quien ha ejercido desde hace muchos años la docencia en La Universidad del Zulia, de cuya Escuela de Letras es su actual Director. Entre su obra poética destacamos Los heredarios (1988), Premio Mención Poesía del III Concurso Literario de LUZ;Estrictís de la muchacha más cercana (1991); Flores para cuando María Calcaño regrese (1992), honrada con el V Concurso Literario Mención poesía; Sermones para vivir aquí (1993); Papá civil (1993); Olas para niños navegantes (2000); ¡A que no me come el gato!(2000);Tráglaba jetoria (2004); El señor Homo Sapiens se hace a la vida de poeta (2005); y Chiquirriticos musicantes (2009). También es autor de un curioso libro de reflexiones sobre el lenguaje y el poema titulado La mano de obra.Poetología autocrítica del proceso creador(2007).


Provinciano cósmico es una propuesta que en el Veredicto mencionado señalan como reveladora de “una voz poética” en la que la “palabra popular” resuena en tres ámbitos: la “vivencia humana”, la “íntima” y la “totalizadora”. Del espacio propio, íntimo, personal, el lenguaje sirve de catapulta para arrojar bien lejos al ser que lo porta y lo perpetra.


Lejanía vení

Llega de lejos lejanía

Para que estés pendiente

Cuando a mis manos

Me las obliguen a estar arriconadas

En la fosa del pecho


(“Dejarse”)


La lengua es espacio definitorio y, a un tiempo, crisol donde transmutar la vida familiar en esencia de sí, donde mezclar y refundir lo poco en mucho, lo mínimo en imenso, la particular en lo cósmico:


“Lo más mejor

El patio

Eso que está ahí

Pa vos aunque no esté

Donde el alma muchacho

Te se cayó”


(“Doña Ángela Elena Hernández de Pérez”)


En este libro la escritura se torna insufrible, se resiste a una interpretación convencional, aunque surja de la convención misma. Los temas universales atraviesan el libro en su totalidad, pero se guarecen bajo el alero de la palabra ruda y suave a un tiempo de lo coloquial. La imagen, reina absoluta del poema, sin embargo reclama su presencia y la atención debida.


No había más muerte para morirse

Y era suerte más que nada

Tener la tardanza de nuestra parte

Respiraba ajena si es que respiraba

Andaba quieta

Entre lo que podía andar

Quiso dejarnos

Y nos dejó intactos

Es que ni se atrevió

A hurgar en el abandono de alma

De nuestros corotos


(“De rigor mortis otra visita”)


Lo cósmico se encuentra en el patio de atrás, juntos a los macundales y las palabras que algunos desean olvidar. La palabra nombra y funda… y nombra más de lo que en un principio se pretendía expresar. El hombre (de provincia, de ciudad y universal) se muestra y se oculta en lo dicho. A veces desaparece y deja que solo su eco acuse el fuego entrampado en la ceniza. El indicio se convierte en símbolo y este es el lenguaje de los mitos. Es la sangre la que clama por la religión universal. Aquella que nace del mínimo gesto. Porque el poema, a fin de cuentas “se persigna con palabrotas y ríe tontamente”, tal y como reflexiona el poeta ensayista en su “La mano de obra”.


En el poema que da título al libro llegamos a leer:


El hilo limita la curva de la sangre

La sangre parece sangre

“Cristo aparecido aparecela”

(…)

¿Por qué finalizo

En el encantamiento de estos escombros?

Un trago de feliz más bien cenizas

Es lo que soy

Mientras parezco toda la desnudez


(“Provinciano cósmico”)


El poema, afortunadamente, siempre vence al hombre. Porque éste tiene delirios de grandeza y siente culpa de su inmediatez; y aquél, en cambio, tiene hambre de infinitud, su grandeza es el delirio absoluto.


Miguel Marcotrigiano L.