jueves, 18 de junio de 2009

Sol quemante...




Sol quemante

cerro rojo


Tierra arcillosa

en los pies desnudos


Papagayo tragado

por la luz


Ilusión

pendiendo

de un hilo


La inocencia

con fuerza

agita el pabilo

agita el deseo

impávido

sin tiempo


Los sueños vuelan

se enredan

en los cables


Las lágrimas saltan

rodando por

la cara sucia


Los ojos miran

hacia el cielo


Quedó ensartado

en la guaya


no fue más allá

del vuelo

de la mano

del niño


Mayuli Tarache

Yo...




Yo
que me dibujo la muerte

que me sostengo entre
la noche y el eco

Sin apego al insomnio
me mimetizo en un sueño

Despierto
Frenética Alucinada
Gritando
Cautiva de mis ruidos
con los ojos rotos
y el cuerpo enfermo

Yo
miseria de un hálito de sed
deforme susurro
caricia visceral
me engendro en el virus del tiempo

Carcoma roído por espectros
entregado a horcas alcohólicas
y copulaciones estridentes

Me huyo

Vuelvo

Y no tengo donde esconderme


Chris K. Cabrera

Habrá otro puente...




Habrá otro puente en el que pensar.

Por donde viajen los pesares

hasta convertirse en olvidos.


Vaivenes

en la añeja memoria.

Rostro perdido en la mirada

del que mira y encuentra.


Imagen hecha fragmentos

de una piel sin nombre.



Alba Sofía Bolívar

Mi casa estremecida...




Mi casa estremecida,

tan pequeña

que una rama de hibisco

la hace temblar de viento.


Oscura.


Mitad de nuez de coco.


Cueva, para pintar en las paredes.


Útero.


Curiara en el océano.


Huevo de tórtola.



Margarita Inastrillas

Letanías letales




Último fruto de la tierra

para el único pájaro del aire

Pierna

del amputado

Faro del cielo

sobre los barcos de la desgracia

Diminuto reptil de nuestras sombras

que termina comiéndose al gato

Tentáculos que van

desde los pantanos de la muerte hacia el crujido de los huesos

Cabello que tornó erótica

la retina de los ángeles

Reyes en harapos

que te lamieron los pies

Sonrisa motivo de algún dios

para el pecado

Caricia

que fragmentas murallas

Viuda

vestida de blanco

Mares turbulentos

que desembocan en estanques

Ratas de la urbe

que brillan cuando te ven porque se tragan las luciérnagas

Lágrima jamás profanada

por los tábanos

Árbol

que mellas el mordisco del hacha

Relámpago

de las tinieblas

Bastón

que rajas la corriente

Pájaros que nacen

por cada piedra encajada en el aire

Voz

con certidumbre de ala

Ternura

del asesino

Crueldad

del santo


Ángel arrollado en las autopistas de nuestras propias miserias


Ruega por nosotros


Amén.


Mardon Arismendi

Tus gestos se estacionaron...




Tus gestos se estacionaron

en la palidez de su olor

Tu sonrisa

ya no tocó su vientre

ni siquiera

movió el aliento

que tenía por boca


Tus dedos caminaron

sobre las grietas

de su ánimo


No quiso vestirse

con tus hojas de etiquetas


Viste dibujarse en su cara

las entonaciones

de una escena repetida

de dos

en otro lugar

de otra historia

de otra gente


Abril Mejías

Lunar en el cuello




Cómo hurgar

este camino?

Con un mapa?

si fuera

un pensamiento

un laberinto

cómo medir su distancia?


La espada está rota

los labios

nácar vacío

en la orilla

Habrá que ser

un naufragio

para habitar esta entraña

de lugares oblicuos

marcados

por el cardumen

por aromas purpúreos

a kilómetros


Sólo puedo brazar

esta marea

de sobresaltos

navegar

el sentido

de sus corrientes

con los ojos llenos

de arena


Miriam Rangel

Silicato y Aluminio




He perdido la perla de los azares,

la lágrima negra de la fantasía

que daba contorno a tus visiones.


Hemos arrastrado los meses

en carretas de ébano

para huir a los minutos.


Atento estuviste

a los parajes oxidados

y a las tumbas de arcilla.


He visto hombres sin alma

caminando vivos

junto a tu féretro.


Les hablé

y respondieron sin voces,

sólo campanadas

exhalaron sus bocas negras.


Desde el barro escuchabas el sonido hueco.


Loredana Volpe