miércoles, 9 de febrero de 2011

Mharía Vázquez Benarroch: "la poesía te elige"



Todo lo que tenía preparado para presentar a la poeta Mharía Vázquez Benarroch se quedó mudo en mis apuntes. No pude hacer la introducción a la sesión en la que su presencia constituía el asunto central, puesto que, apenas tomó asiento, comenzó un torrente indetenible de palabras. Acostumbrada, como está, a guiar con su experiencia y conocimiento de la literatura, la poeta asumió ella misma la conducción de esa "clase". Hizo, pues, un recorrido, en primer lugar, por los diferentes espacios que ha abierto para el estudio y aprendizaje de la poesía: desde aquel remoto primer taller en la Tierra de nadie, en la UCV, hasta el actual, denominado Imago Mundi, que se realiza tras las puertas de su hogar, en la Urb. Las Marías, del Municipio El Hatillo. Orgullosa -no sin razón- de su labor como baquiana en esta delicada materia, también contó sus experiencias en campos afines al poema, pues todo lo que es parte del mundo, también lo es de la poesía: su trabajo como reportera, su labor frente a la escritura de guiones de telenovelas (cuenta, entre sus maestros, a José Ignacio Cabrujas y a Kico Olivieri), y otros asuntos no menos relevantes como la docencia.

Seguidamente, pasó a la materia que la trajo a nuestros espacios: la poesía, su poesía, la de los otros. Luego de leer fragmentos de la Coda de su último libro publicado, la antología Amarrando la paciencia a un árbol (1979-2007), editada por Monte Ávila Editores Latinoamericana (Caracas, 2009), evocó sus primeros pasos por la elusiva senda del poema. Por supuesto, en una autora como ella todo comenzó en la temprana niñez, pero -según sus palabras- no fue sino luego de los 16 años, cuando comenzó a escribir lo que denominó su "poesía ilustrada". ¿Qué hubo antes? La imitación de lo que se pensaba era el poema, lo que la tradición y la formación nos indicaban era la poesía.

Las divagaciones la llevaron en una marea a arribar a las playas de la Academia y advertía: "En un país de grandes poetas, la poesía sigue siendo la huérfana". Se refería, en particular, al pensum de la Escuela de Letras de la UCV. ¿Por qué la importancia que da al estudio de la poesía en las universidades?, pues porque también "uno escribe lo que lee," dirá más adelante, en medio del oleaje inquieto de sus disertaciones. La vida del poeta, por más bisoño que éste sea, se nutre en gran medida de sus lecturas. La literatura forma parte insoslayable de nuestra experiencia humana y no podemos negar su interveción en nuestra manera de vivir, ver y conocer el mundo. "La obra se hace todos los días" y, esa rutina cotidiana, incluye lo que aprendemos del mundo a través de los libros.

Vuelve, pues, al asunto de los talleres, pues las corrientes naturales la llevaron de nuevo a estos predios. "En Caracas, actualmente, sólo hay dos talleres que se dedican al estudio del oficio, al trabajo sobre el texto: Imago Mundi y éste de la UCAB. Los otros talleres de poesía son, prácticamente, talleres de lectura". El poeta tiene la responsabilidad de trasegar su aprendizaje, su experiencia, a los más jóvenes. Esta transmigración tiene que darse, pues llega el momento en que uno debe enseñar a los otros el camino que ha recorrido.

Varios temas surgieron de las preguntas e intervenciones del selecto grupo de talleristas presente: el tema y la inspiración, la escritura dolorosa y la plenitud, los buenos poetas, los grandes y los inevitables, sus compañeros de generación, los poetas a los que acude de vez en cuando (Borges, Saint John Perse, Silva Estrada, William Carlos Williams, Pizarnik, Bukowsky, Neruda), sus bondades, pero también sus debilidades... "Ése es el camino más duro y difícil" (se refería a abordar la escritura del poema proponiéndose un tema y tratando de saldar con él una deuda que, en realidad, no existe)... "Los temas te eligen y ya".

Finaliza la sesión lanzando un cable a la esperanza: "Cuando las aguas tornen a sus cauces y pase toda esta cosa destructiva que marca al país, volveremos -como ocurrirá en otros órdenes- a ocuparnos concienzudamente de la poesía". ¿Es necesaria la paz para la escritura del poema? Repondemos, sí: por lo menos la paz interior que nos conduzca a la concentración y al encuentro con nosotros mismos.

Cerramos esta reflexión con el poema "Oficio", de su Guererro llevado adentro:

Lo que vivo nace y muere en las once calles de
este país, mas el desaliento no alzará los hombros

para terminar de abrumarme. Sé perfectamente que

no se invocan fantasmas ni espejos gratuitamente,

pues de mi oficio muchos han delirado y absuelto,

respirando un olor propio de la santidad y el vicio.


Frente a nosotros hay un hombre que interroga,

quién osará volverle la espalda, quién cerrará

las puertas de un mundo que aún está por construirse.