viernes, 1 de abril de 2011

Mark Strand en la UCAB



Hace aproximadamente unos 26 años “conocí” (este término nunca comprende lo que realmente se quiere decir) la poesía de Mark Strand. Cayó por accidente frente a nuestros ojos, como ocurre con muchos de los libros que van conformando la biblioteca personal, esa suerte de cartografía del alma de los lectores. Se trataba de la plaquette 20 poemas, traducción de Octavio Armand, humildemente editada por la antigua Fundarte (1979), editorial del Gobierno de Caracas, que –junto a una aparentemente fortuita selección de poetas contemporáneos- pasó a conformar parte del tesoro bibliográfico de quienes tuvimos la fortuna de poseerla.

Esa edición de Fundarte, otra brevísima del Fondo Editorial Pequeña Venecia (1996), con traducción a cargo del grande y desaparecido poeta venezolano Juan Sánchez Peláez, y dos más de la prestigiosa Visor, de España, Tormenta de uno (2009), obra que le mereciera el Premio Pulitzer en 1990, con traducción de Dámaso López García, y Hombre y camello (2010), del mismo traductor, son las muestras en español que se pueden conseguir de la obra del poeta que hoy nos honra con su presencia. Acusamos otras cuatro ediciones más en nuestro idioma: Hopper (2008), de la Editorial Lumen y traducción de Juan Antonio Montiel Rodríguez; Sólo una canción (2004), de Pre-textos, ambas españolas; y La vida continúa/Puerto oscuro (2006), de la Editorial Calamus, cuya traductora, Elisa Ramírez Castañeda, también ha forjado las versiones de Strand que aparecen en Emblemas (Antología poética), bajo el sello El tucán de Virginia (1988) y El Monumento (Universidad de Zacatecas, 1989). A estas, viene a sumarse el hermoso trabajo de edición que nos presenta la Editorial venezolana Bid & Co, Nada ocurra (2011), con traducción al cuidado de la también poeta venezolana, Beverly Pérez Rego.

Aprovechemos, acá, para destacar el valor de la empresa editora que hoy acoge este nuevo libro de Strand: Bid & Co. Desde hace uno años Bernardo Infante viene realizando un trabajo de gran calidad en todo sentido: por una parte, la factura de los libros es impecable, muestra de buen gusto y sentido de la edición; por otra, la escogencia de los autores no apunta a la empresa azarosa, por el contrario, una rápida revista a algunos de los nombres que aparecen en su catálogo, nos permite percatarnos del buen tino y la valoración literaria. Se cuentan entre ellos: Gonzalo rojas, Rafael Cadenas, Eugenio Montejo, Tadeusz Rózewicz, Hanni Ossott, Tomas Tranströmer, Anna Ajmátova, Marguerite Duras, Robert Musil, Charles Baudelaire. Asimismo, el editor se ha dado a la tarea muy especial de “rescatar” autores venezolanos de otrora y ahora. Ha dado un espacio a los que podríamos denominar los novísimos y está a la caza de cuanto autor considere puede aportar brillo a las diferentes colecciones que ha emprendido. Sin duda, cuando se pase revista, años después, a la historia de la gestión editorial en nuestro país, el sello Bid & Co tendrá un justo y merecido lugar.

Junto a esta pléyade viene a sumarse el título que hoy nos congrega: Nada ocurra. Si bien el nombre del autor no es popular en nuestro país, es bastante conocido entre los especialistas y los lectores de poesía. La poesía norteamericana ha dejado una huella bien marcada en Latinoamérica –y Venezuela no podía ser la excepción- aunque acierta la crítica generalizada en alguna declaración que esta poesía es más conocida en nuestra lengua a través del puente que tendieron los de la Generación Beat. Dirá el mismo Strand –si la periodista que lo entrevistó en su oportunidad no tergiversó sus palabras- que el fenómeno se debe a que estos poetas representaron “una política antigubernamental y una postura vital” que encajaba bien con nuestro espíritu de “jóvenes naciones” –para entendernos en los términos de Don Andrés Bello.

Acercarse a su palabra oblicua puede hacerse según lo que se atasque en la rejilla del sumidero del crítico en cada ocasión. Así, se ha hablado de la imagen como portadora de una visión particular de la poesía norteamericana –aún cuando el autor ha confesado sus lecturas e influencias de la poesía europea y cierta lírica latinoamericana-; se ha mentado una poética de la desaparición del poeta que deja paso a la escritura, donde las apariciones y ausencias protagonizan los textos; se ha afirmado que las atmósferas oníricas pululan detrás de una aparente descripción objetiva del hecho; y, finalmente, como bien señala el prólogo a cargo de Pérez Rego en esta edición, se ha “denunciado” que un estado estrechamente vinculado a lo que oculta la luz y revela la sombra –o viceversa-, caracteriza la obra toda de este norteamericano que honra a nuestro país y a nuestra Universidad con su presencia, su fino humor y la gentileza de su palabra.