lunes, 18 de abril de 2011

Manuel Llorens: La escritura no entraña sufrimiento



Una sonrisa constante y una amable disposición caracterizó la visita del poeta Manuel Llorens a nuestros predios. La tarde del martes 12 de abril pudimos, al fin, concretar el encuentro que estaba pendiente desde los lejanos días del año 2000, cuando incluíamos una pequeña reseña de su primer trabajo publicado en Las voces de la Hidra. La poesía venezolana de los años 90 (2002), pues -pese a la brevedad de la selección- sus poemas lograron impactarnos.

Manuel Llorens (Caracas, 1973) conversó sobre su oficio y su profesión; sobre sus estudios y sus labores académicas; sobre sunavegación en las aguas del poema y la marea de la llamada "vida real". Recordó los días del ya lejano Taller dirigido por Igor Barreto, en el CELARG, donde compartió "pupitre" con Alfredo Herrera Salas y Belkys Arredondo, entre otros poetas condiscípulos. Asimismo, "trajo al corazón presente" sus estudios de Psicología en la UCAB, Escuela de donde egresó y en la que ejerce funciones docentes. Pues de ese taller nace su Vaca peligrosa y otras aves migratorias (El pez soluble, 1999), brevísima plaquette de firme trazo y mejores contenidos. La escritura, secuela de una herencia familiar (el abuelo, la Guerra Civil Española, el catalán como versión del idioma), vino a "concretarse" en esta primera obra que vio luz gracias a las gestiones de la amistad y las editoriales alternativas. Luego vendría su premiado Poema para un lunes bancario (Celarg, 2006) con el que obtuviera el reconocimiento del jurado para el Premio Fernando Paz Castillo de ese año. El poema, acá, menos aleatorio, más pensado en forma de libro, vendría a confirmar una escritura de calidad que ya se anunciaba en el trabajo anterior.

Entre otros asuntos, Llorens discernió acerca de la escritura narrativa (participó en el Taller de Ángel Gustavo Infante en el CELARG) y sus vinculaciones con la poesía. Habló de los reconocimientos que le ha dejado la aventura del cuento y de sus aspiraciones en este ámbito. Cómo uno y otro género se confabulan para nutrirse, y cómo -en definitiva- la escritura literaria conforma un espacio grato y no entraña sufrimiento alguno.

Inevitablemente, llegamos a Hipótesis neuropsiquiátricas (aún inédito y cuyo autor gentilmente nos había cedido para que curioséaramos en su interior) y de cómo se establecen las vinculaciones naturales entre la poesía y la psiquiatría: el tono lúdico del libro, la ironía como recurso y sendero obligado, el lenguaje psicologizado y psiquiatrizado que arropa la vida personal y el espacio de creación, entre otros temas, fueron pasto de los talleristas y del invitado. Concluye el poeta: este código se convierte en substituto del lenguaje emocional del hombre.

Ya en este territorio, no podíamos perder la oportunidad para que el poeta-psicólogo nos hablase desde su doble rol acerca de la literatura como terapia, como actividad sanadora. Ante argumentos como "la poesía no es medicina, está allí y ya", que esgrimiría alguna vez Gonzalo Rojas, Llorens evocó sus experiencias: las consultas, los pacientes, las historias que merecen ser contadas. Menciona, a un tiempo, autores venezolanos vinculados a ambas comarcas: Ana Teresa Torres, Fernando Yurman, Martha Körnblith, Hanni Ossott, Ida Gramcko, Luis Enrique Belmonte, Miguel Ángel De Lima... En nuestra mente recorre el fantasma de la locura, el suicidio y la literatura.

Al fin la pregunta: "Manuel: ¿la poesía cura, sana, salva?" Y la respuesta certera: "La poesía ayuda a expandir conciencia, ayuda a crear espacios de experiencia de verdad"... Eso, en defintiva, ya es bastante.

Cerramos con este breve texto de su libro inédito, intitulado "Sala de espera":

un niño baila frente a ti
un poeta
ante la página en blanco


la mirada es un milagro

y la poesía

es una gran sala de espera