domingo, 2 de mayo de 2010

Un correo...




Miguel Ángel Alonso fue de mis primeros talleristas, allá por el más que lejano curso 1990-1991. Recuerdo de esa fecha algunos nombres que tienen un sitio seguro en mi memoria, pero no los voy a soltar acá por temor a no mencionar otros que también lo merecen y , entonces, se arme el jaleo... Lo cierto es que, el de Miguel Ángel, es de obligada mención. Lo recuerdo como buen poeta, con un camino ya recorrido de la mano de Leonardo Padrón, quien me antecedió en ese "cargo-carga" (amada carga, claro está), y también por las lecturas propias, atentas y la formación que él mismo se había impuesto, además de la académica. Me ha enviado un par de libros suyos que acaban de ser editados en España, donde reside, y me he asombrado con el dominio que demuestra del poema. Le escribí para acusar recibo y para agradecer el gesto y su respuesta fue una clase sobre poesía y literatura y su visión comparativa entre lo que ocurre en España y Venezuela. Se las copio y prometo, luego, colgar otro post con un poema suyo y alguna reflexión... Ahí les dejo esto. Miguel Marcotrigiano


Hola Miguel:

Cuando leo tu porción de vida cotidiana en el taller sencillamente me causa admiración y un poco de envidia -lo confieso- benigna, esa que Hesíodo proponía como motor de las buenas acciones. Francisco Brines... o los pocos bríos de la palabra. No sé, es verdad que se trata de un intelectual atractivo y un poeta hasta cierto punto exquisito. Pero me empieza a fastidiar toda esa poesía que no me queda más remedio que llamar de almacén, de despensa: la que usa un lenguaje poético
ad hoc, sin demasiado interés por la lengua misma y, sobre todo, sin la menor necesidad de poner la realidad del lenguaje patas arriba. Últimamente lo he estado comentando con algunos amigos, quitando a ciertos poetas de la generación del 27, el guante barroco (Quevedo, Góngora, Lope, Calderón y sor Juana) ha sido recogido, invariablemente, del otro lado del Atlántico. Ni siquiera Canarias (quitando a Pedro García Cabrera, pero seguimos hablando del 27, como quien dice) donde hay un especialista en la obra de Góngora (hablo de Vuecencia el Doctor Sánchez Robayna) se advierte por ningún lado la necesidad de salirse de lo clásico y algunas veces meramente deíctico ("La casa, envuelta en sol, deslumbra blanca, / y caen del tejado las palomas",etc). Ojo, no minusvaloro a creadores como Brines, están muy bien, pero no entiendo la razón por la que la complejidad formal y el uso de la metáfora es una cosa exclusiva de latinoamericanos. Todos celebran a Quevedo y ponen los ojos en blanco pero puestos a escribir parecen tibias traducciones de otro idioma. ¿Hay algo parecido a Gonzalo Rojas o Juan Gelman por aquí? ¿Algo que se le aproxime de lejos a Octavio Paz o Lezama Lima? Y no hablemos de la prosa narrativa, haciendo una excepción con Juan Goytisolo, más moro que español, el siglo veinte es un erial. ¿Cela? A ratos. Busca algo semejante a Borges, a Carpentier, a Adriano González León, a Cortázar, a Cabrera Infante, a Roa Bastos. Bueno, el Julián Ríos de Larva... En cambio la pintura es otra cosa, ahí sí que ha habido continuidad, pienso en Saura.

Por otra parte, Venezuela, sus filólogos y editores, tiene la culpa de que un poeta como Gerbasi sea un desconocido en España. No obtante, esa manera de escribir la consideran por estos pagos o decadente o folklórica, siempre la ven por arriba del hombro como si el mismísimo Horacio les estuviera palmeando la espalda (la prueba está en que la obra de Sánchez Peláez se publicó nada menos que en Lumen, en la mítica colección El Bardo, pero sigue siendo un desconocido porque cuando leen uno o dos poemas se encogen de hombros, y de neuronas, todo hay que decirlo, y acto seguido cierran el volumen y con él todo interés: "¡bah, surrealistas y vocingleros de la imagen!").

En fin, hubo, hay y habrá magníficos poetas (Gil de Biedma, Alfonso Costafreda, Valente, Ángel Crespo, Luis Feria -canario, por cierto, Jaime Siles, etc.) pero casi nadie ha querido, o sentido la necesidad de querer, ver hacia el siglo XVII, y mucho menos considerar que la poesía es el brazo fuerte de la metafísica; de ahí que Paz, Juarroz y Cadenas, entre otros hispanoamericanos, resulten tan seductores y complejos. Pero Cadenas es esencial, despojado, me dirás. Sí, es cierto, sin embargo es un metafísico -en el riguroso sentido que da la filosofía a esta palabra- a tiempo y sangre completos. Asimismo, Los cuadernos del destierro es un portento barroco que paladeo con frenética frución de sumiller lascivo.

Venezuela tiene que trabajar duro y parejo por sus poetas (por sus escritores). ¿Dónde está la obra poética entera de Montejo y la de Enriqueta Arvelo Larriva y la de Gerbasi? Hablo, por supuesto, de grandes tiradas que se distribuyan en toda la hispanidad y de ediciones críticas, con notas, bibliografía e introducción. Hablo de algo como Ayacucho pero en continuo movimiento y con generosas tiradas de bolsillo (como Cátedra Hispánica). Incluso, hablo de diseñadores responsables y con buen gusto. ¿Por qué la filología venezolana es tan deshilachada y apática? (el mes que viene doy una conferencia sobre Valera Mora y me costó horrores conseguir cosas, apenas una antología que mi padre consiguió por pura chiripa y
ostinato rigore puro). Si nosotros no cuidamos a los nuestros por qué lo iban a hacer aquí, y eso que Cadenas está bellamente editado en Pre-Textos, eso sí, con un tibio prólogo de Darío Jaramillo más agua chirle que agudeza.

Vaya, mira toda la perorata que te he soltado. Sólo intentaba decirte que premios como el Reina Sofía para poetas de tan alta talla como Montejo y Cadenas tenemos que currarlo antes nosotros, los filólogos y editores venezolanos. Sé que aquí hay gente trabajando como, por ejemplo, Gustavo Guerrero, y que allá Arráiz Lucca no está con los brazos cruzados. Pero es poco, Miguel.

El taller de poesía fue una experiencia bastante enriquecedora para mí, sobre todo como tertulia, como lugar de compartir palabras sobre la palabra y como ejercicio de lucidez (uno hace lo que puede, naturalmente). Son años que recuerdo con mucho cariño y con cierto despecho porque había en mí mucha mojigatería que me impedía disfrutar con desenfado; ah, quién tuviera veinte años, otra vez. Además, tanto Leonardo como tú me resultaron simpáticos -en el sentido etimológico- por el tuteo con las imágenes y la voluptuosidad (algo perfectamente normal en la poesía del Oriente Próximo, piensa en Adonis o en el Cantar de los cantares).

Bueno, yo sólo pretendía acusar recibo, no verborrea. Pero tú sabrás perdonarme, ¿no?


En cuanto salga
Cuerpo habitado (está en la imprenta, según me dijeron) te lo envío...

Un abrazote y gracias por haberme escrito,

m. a.

En la fotografía: Rafael Cadenas, por supuesto.

jueves, 29 de abril de 2010

Muerte de hipotálamo


Quédate junto a la orilla de este andrajoso silencio
de esta ignorancia sin paciencia
Quédate y no me abandones a los cometas
ni al reptil deseo de los vientos
que quieren verme suspendida

Besa a tu partida
la comisura de mis presagios

Adiós a todo lo que soñé en estos ríos de tormenta
a los barcos que se hundieron en nuestras pieles
a las imágenes que me acompañaban
en el naufragio permanente de la memoria

Adiós a tu cuello de almendras
y a esos ventrículos saturados de miel

Adiós en esta noche de cebada oxidada

Me despido
de las horas en que bailabas en mis pestañas
a la luz de los horizontes marinos
a la sombra de los manglares nerviosos


Loredana Volpe

jueves, 22 de abril de 2010

Sin título


los españoles tienen palabras hermosas
para referirse a lo sexual -dijiste

me gusta tu coño, tía -dije

reíste

hablabas
de cómo correrse era una palabra mucho más bonita que acabar
por supuesto tenías razón

luego
hicimos el amor

fue la única vez que nos corrimos juntos



Carlos Colmenares

Sin título


Unas calles

conducen

a su destino



Otras

llevan a ti


Juan Luis Landaeta

jueves, 8 de abril de 2010

Canción tonta del poeta iluso


Me gustan mis poemas.

Después de seis poemas,
un poema de amor.

Me gustan mis poemas.

Quisiera que a ti también te gustaran.
A veces
ni yo mismo me entiendo.

Me gustan mis poemas,

pero no sé si los amo
o apenas
me gustan.

De vez en cuando los odio,
los detesto.

Después de seis poemas,
un poema fracasado.
Además
el quinto debería morir.

Detesto mis poemas.

Quisiera que tú también los odiaras.
A veces
ni yo mismo me entiendo.

Ayer me gustaban,

pero mis sábanas delgadas
no me cubren de tu frío.

¿Me entiendes?

Nelson Carreras G.

martes, 30 de marzo de 2010

Jacqueline Goldberg



Este 25 de marzo pasado, Jacqueline Goldberg nos hacía una segunda visita al Taller de la UCAB. La primera fue hace unos 18 años, creo. Teníamos un par de ellos al frente de esas reuniones semanales que ya se extienden a lo largo de dos décadas. Y que se dice fácil. Su locuacidad esa noche no tuvo nada que ver con la botella de vino que nos atrevimos a descorchar en su honor, pues apenas mojó sus labios. Antes, ya había iniciado el recorrido por su historia de la escritura personal, desde la infancia lejana y los cuentos que constituían un mundo exclusivo para la autora, una suerte de escape a (o refugio de) un mundo exterior que se mostraba "agresivo". La ficción del cuento fue cediendo paso a la poesía, pues ésta prometía una determinada velocidad, rapidez, fluidez, brevedad, contenedora del mundo paralelo que le permitía la escritura literaria. Mas, no obstante esta más que evidente inclinación de la balanza del lado de la palabra, los estudios universitarios la bautizaron en la Escuela de Economía, sólo para descubrir -a los pocos meses- que Letras estaba aguardándola.

El Taller de "Bellas Artes" y el Diario Crítica, abrieron las puertas de las primeras publicaciones que -casi de inmediato- la conducirían, siempre por mediación del bendito azar y de la magia de la poesía, a los codiciados predios del Papel Literario de El Nacional, puerto favorable gracias a la intervención del poeta Luis Alberto Crespo. Corría el año de 1984 cuando el poeta de Carora acudió al Taller de Bellas Artes y le soltara: "¿Tú eres Jacqueline? Yo pensé que eras una catira alta y de ojos azules". Es claro que la fuerza de su poesía, aunada a la fantasía que desprenden los nombres por sí mismos, habían construido una imagen, si bien antípoda de la real, nunca reñida con la extraordinaria mujer que llegaría a publicar Luba (1988) o Máscaras de familia (1991).

La historia de sus libros (y las que estos acunan en sus páginas) son la suya propia. Su voz es una persecución implacable de sí misma a través de la intrahistoria familiar. Luba, por ejemplo, dejará de ser la leyenda viva de la familia para transfigurarse en la voz que no sólo se debate en el libro homónimo, sino también en Treinta soles desaparecidos (1986), Trastienda (1991), La salud (2002), Autopsia (2006) e incluso ese experimento verbal y sentido que representa El orden de las ramas (2003).

La realidad acosa, es cierto... pero no lo hace en menor grado que la poesía. Cuando ésta muerde a su presa no la suelta, a menos que cortes su cabeza. Pero ¡qué difícil es decapitar al galápago de voz oblicua que nos acontece! La tristeza de sus ojos no permite tregua alguna. Este ser, como la muerte, vive a la sombra de la sombra y se confunde con los claroscuros cotidianos. Por eso es tan difícil tener la certeza de haberlo visto.

Dos evidencias de la terquedad se cuelan entre frase y frase, mientras la incipiente noche avanza con paso decidido hacia el sendero que marcan las horas y el final de la sesión: insistir en que Una señora con sombrero no es un poemario y que se trata de un libro para niños. Discrepamos con la autora, pero respetamos sus enredos... porque la poesía es una gran embaucadora y no sólo tiende trampas con el lenguaje sino que se solaza en nuestros actos más cotidianos. y nos nubla la vista para verlos con claridad

Mientras el morrocoy arrastra su pesada carga, parte inseparable de sí mismo, y se empeña en reptar por el mesón que nos congrega en torno a la palabra de Jacqueline Goldberg, sus poemas van y vienen, leídos con absoluta desvergüenza... De los no leídos, pero siempre presentes, copio este para demostrar cómo la autora siempre ha confesado una búsqueda insistente, una testaruda indagación, una persecución de algo, de alguien, ¿de sí misma?, ¿de una parte de sí?... que se asoma en sus palabras y se oculta bajo su cama...

Me hallarán sentada
en el borde de la cama
tratando de hallarte
repitiendo
nombres imposibles
gemidos dispuestos
a regresarte
a ningún lugar de mí

Miguel Marcotrigiano L.
Poema de Jacqueline Goldberg (Máscaras de familia)

jueves, 18 de marzo de 2010

4:00 am



4:00 am
el televisor encendido
pasan un programa sobre catedrales
me veo llorando frente a un libro de carver

creo que lo apago

5:00 am
el televisor encendido
residuos de sueños donde mato mujeres que amo
y penetro

...

la pantalla negra

6:00 am
noticias de un terremoto
en italia
la erección semidiaria
empieza a ceder

ya es hora -me digo
ya es hora

Carlos Colmenares

Volverse elíxir...



Volverse elíxir
supone

ejercitar la sequía

aminorar el océano de sales

disolver la impertinencia de las paredes hablantes


Apartar los ojos

de cualquier objetivo


viciarse

hasta que no vuelva

ya el aliento

de las posibilidades


Ara Koshiro

viernes, 12 de marzo de 2010

Eleonora Requena



Un decir entrecortado, interrumpido por momentos que, más que reflexión, parecía dar cuenta de unas palabras atoradas en la garganta, denotativas de unos asuntos difíciles de tratar y expresar, caracterizó gran parte de la visita con las que nos honrara Eleonora Requena (Caracas, 1968). Ella representa, quizás, una de las voces más auténticas de la poesía venezolana de los noventa. Su poesía, "escupida" en cinco breves libros, ha venido mostrando que efectivamente se dirige hacia algún lado. ¿Evolución? ¿Involución? ¿Disolución?... El asunto no es fácil de concretar. Sólo el ojo propio y entrenado en estas lides con la palabra oblicua permitirá una apreciación al respecto. El lector tendrá que pasearse y detenerse en los poemas (los últimos ¿lo son?) contenidos en sus títulos: Sed (1998), Mandados (2000), Es de día (2004), La noche y sus agüeros (2007) y Ética del aire (2009).

Elenora Requena fue, si no gestada, forjada por la naturaleza de la palabra en los talleres de poesía: primero en éste de la UCAB, cuando fue conducido por Leonardo Padrón; luego en el del CELARG, guiada por la sabia mano de Yolanda Pantin. Quienes descreen de la labor de los talleres tienen acá, en la poesía de esta autora, un contundente argumento en contra.

Ante el silencio reverencial de los asistentes a esta sesión, las primeras lecturas (holladas por el ritmo y la filigrana de un lenguaje influenciado por las lecturas de los clásicos españoles) iban desgranando una cierta inseguridad ante lo escrito ya hace tiempo... "Jadeos, murmullos" -intentaba asir por medio del concepto la poeta. "Estos poemas -se refiere a los de Sed- están muy influenciados por esas lecturas predilectas, ante las que sólo guardas silencio". Los textos de hoy, de los que a veces la misma autora duda de su cualidad poética ("seducciones, trampas de lenguaje, sátiras, travesuras") han dado un viraje, un golpe de timón tremendo que se refugia a veces en la imagen, en la metáfora fabricada... Y explica: "Quizás se trate de un saboteo a lo que hacía". La conciencia se aferra a la idea de una estrategia perseguida a voluntad.

Un tema que nos colocó contra la pared fue el de la influencia de lo virtual y las nuevas tecnologías en la literatura, en la creación, particularmente en la escritura del poema. Y no se trata sólo del asunto del receptor, de la relación con ese otro, ni de las nuevas formas de distribución del texto. El quid se halla más bien en la producción de unos textos más rápidos, vertiginosos, inmediatos, productos como de un juego que, claro está, también dejan su impronta en quien se encuentra del otro lado de la pantalla.

En medio de revelaciones y confesiones, la poeta fue introduciendo, sincopadamente, otros muchos asuntos: la construcción del texto, las referencias, las interferencias de éstas o sus aportes al poema, las relaciones entre otras artes y la poesía, la imagen producto de la plástica y el diálogo con su trabajo, etc. También dijo de los escritores a los que acude siempre y de lo que éstos tienen de hipnóticos. Varios nombres se fueron mostrando y las mentes viajaban a esos otros universos, en medio de una tensión que poco a poco fue cediendo paso a una "ya vieja amistad": Joao Cabral de Melo Neto, Ana Cristina César, Macedonio Fernández, Margareth Atwood, Rosela Di Paolo, David Foster Wallace...

Acá, un breve texto de su plaquette Es de día, quizás ya un asomo de los nuevos derroteros que ha tomado la palabra de esta poeta que salió de las aulas de nuestra Escuela de Letras y regresa a ellas con la nostalgia y la incertidumbre de quien ya siente pesado el saco y ligera el alma de la palabra:

Mudanza

No niego lo pisado que al partir

me cargo con lo andado te lo digo

lo pujado me lo apresto en las alforjas

no te dejo lo que quedo

en ti cuando me largue

en mí aprehendido llevo

nada dejo atrás

conmigo vienes


Poema: Eleonora Requena

viernes, 5 de marzo de 2010

El Taller curso 2009-2010


El Taller de Poesía UCAB, este año, ha iniciado con una dinámica diferente. A una serie de sesiones dedicadas a consideraciones teóricas acerca del poema (la honestidad en el decir, el ritmo, el verso medido y el verso libre, los temas, la imagen y la metáfora, el estilo, entre otras), y que ocuparon las primeras siete (7) sesiones, han seguido aquellas centradas en la lectura y análisis de la producción de los talleristas, combinadas con las visitas de poetas que la coordinación del Taller ha planificado para este nuevo curso.

La lectura y análisis de estos tópicos centrados en las herramientas del poema, a través de la obra de grandes poetas de nuestra lengua española y de idiomas pertenecientes a otras latitudes (García Lorca, Neruda, Celan, Kavafis, Crespo, Cadenas, Montejo, entre otros), han servido de guía para un entedimiento lo más completo posible del objeto que nos ocupa: el poema.

La última sesión estuvo de visita en nuestros predios el poeta Alexis Romero (Ciudad Bolívar, 1966), quien compartió con los integrantes del Taller sus apreciaciones acerca de la hechura del poema, así como sus concepciones sobre el hecho poético y la historia personal centrada en sus lides permanentes con el lenguaje. "El poema es una máscara de oxígeno -explicó-. Me sirve para respirar frente a la asfixia que me causa el lenguaje".

La oportunidad fue propicia para que los participantes manifestaran sus inquietudes frente a ésta y otras observaciones. Los señalamientos del poeta Romero y las preguntas de los talleristas, establecieron una dinámica caracterizada por un suave clima de tensión que solía resolverse en frases contundentes que, a un tiempo, invitaban a la reflexión.

A la pregunta del Coordinador del Taller "Si en toda salvación hay un sacrificio, y la poesía representa para ti una salvación... ¿qué o quién se sacrifica en la poesía de Alexis Romero?"... sobrevino un breve pero intenso momento de reflexión. La respuesta también fue contundente: "Se han sacrificado otras posibilidades de vivir". Para muchos, la opción de la poesía representa justamente eso: un camino que, como ante toda escogencia, implica dejar de lado otras sendas que nunca sabremos hacia dónde nos hubieran conducido.

A continuación, uno de los poemas que compartió con nosotros el Premio Internacional de Poesía José Antonio Ramos Sucre del año 2000


Conversación con los pájaros

en la jaula los pájaros conversan
sobre temas domésticos

y enfatizan en la postura de sus amos

siempre han visto el día marcharse de repente
la noche es una toalla

oyen departir al amor la fractura y el odio
de la soledad nunca hablan

sintetizan en sus plumas la vida de los enseres
no soportan su historia el nacer en una tienda

cómo entender el amor de la jaula
la rigidez del bosque

se conforman con perder las plumas
con ser la excusa de un niño
que no conoce el daño de la palabra


Poema: Alexis Romero
Fotografía: Vasco Szinetar